Doom fue un hito en su momento, por muchas cosas que en aquel tiempo, hace casi veinte años, resultaban tan innovadoras como adictivas. Visto a día de hoy, rescatado del baúl de los recuerdos gracias al incombustible bazar de Xbox 360, la propuesta queda totalmente desfasada, su mecánica jugable se antoja simple, y su estilo gráfico está a años luz de satisfacer cualquiera de nuestros paladares. Pero sin embargo Doom sigue atesorando elementos que lo hacen igual de adictivo y bueno que el primer día.
El primero de ellos es el inigualable diseño de niveles del título, que nos hará estrujarnos la cabeza vilmente hasta encontrar el camino adecuado. Pasillos secretos, llaves que encontrar, laberintos de ladrillo entre los que perderse mientras nos atacan las hordas de criaturas salidas directamente del infierno... Doom sigue guardando ese aire tan personal de shooter abierto (nada de los "palilleros" y scriptados entornos que encontramos hoy día), y de estrategia que en un momento dado se perdió, para desgracia de muchos, en este género.
El segundo elemento tiene mucho que ver con lo comentado. El aire retro nos devuelve al momento en que el videojuego suponía un verdadero reto para la mente y la habilidad del jugador. Actuar como estrategas en el campo de batalla nos ayudará en todo momento a mantenernos con vida. Una vida que se irá reduciendo con cada golpe recibido, sin la tan criticada y manida regeneración instantánea de hoy en día, que acaba convirtiendo cualquier parapeto en una estación sanitaria con el solo hecho de esperar unos segundos. Aquí sabemos que si somos dañados, hemos de tener en cuenta en todo momento dónde dejamos aquel botiquín, algo más atrás, o rezar porque aparezca uno pronto. Armaduras, armas y otro tipo de modificadores intentarán hacernos la travesía hacia el infierno más llevadera ante la insistencia de nuestros enemigos por arrancarnos la piel de cuajo.
Y es que Doom no es un reto sencillo. No lo fue en su día y aún lo es menos hoy, acostumbrados como estamos a experiencias jugables de andar por casa. Evidentemente no podemos hablar maravillas de la inteligencia de nuestros enemigos, que acordes con su tiempo se lanzarán a atacarnos como si les fuese la vida en ello, sin el menor atisbo de comportamiento grupal ni inteligencia artificial. Pero no por ello dejarán de representar un reto contínuo, por su insistencia y agresividad, y aunque no resulta muy difícil hacerse con el control ya que solo manejamos nuestras ráfagas de disparo en el eje horizontal, en muchas ocasiones nuestra pericia y reflejos serán el mejor aliado.
En cualquier caso, es una nueva y magnífica oportunidad para aquellos que no hayan disfrutado de este clásico por excelencia, de ponerse a los mandos del que fue uno de los padres del shooter, y una de las obras magnas de una id software que fue creciendo con el paso de los años con cada una de las entregas de sus tres sagas predilectas: Wolferstein, Doom y Quake, y que recientemente nos ha otorgado también el genial Rage. Recomendable para aquellos que lo enfrenten por primera vez (a un precio asequible de 800 MP), descartable para aquellos que ya lo disfrutasen en su momento o en cualquiera de sus numerosísimas conversiones posteriores.
NOTA FINAL:
7/10